jueves, 3 de junio de 2010

Eduardo y su casa

Salimos del aeropuerto hacia la estación de los autobuses para tomar el siguiente. Mi tío iba el primero con mi maleta y yo, naturalmente, iba detrás observando todos sus movimientos con atención. Llegamos a la estación y, como era de esperar, mi tío se sentó junto a otro señor, que era un poco más alto que él. Yo me senté junto a él esperando al siguiente vehículo que iba hacia casa de mi tío. De camino a casa pude observar una vegetación fantástica con vistas al horizonte y unos edificios modernos.
Por fin llegamos a nuestra destinación. Caminando hacia casa vi cómo unos niños jugaban con su pelota de playa, me paré, miré hacia arriba y vi una casa enorme con unos jardines enormes llenos de plantas y mi tío me dijo: Ya hemos llegado.
Su casa era enorme con una puerta también enorme, de un color oscuro. Entramos: La casa tenía un montón de escaleras por donde subimos para llegar a mi habitación. Mi tío me abrió la puerta y entonces un rayo de sol me cegó. Cuando por fin abrí los ojos pude observar una cama con tres almohadones, una mesita de noche y un armario vacío.
Desde aquel momento, pensé que estas serían mis mejores vacaciones.

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